Militarismo y masculinidades: No se puede rebatir el militarismo sin rebatir la masculinidad hegemónica
Andreas Speck
Al cuestionar el sistema de valores militarista y sus prácticas, que se identifican con el servicio militar, uno también se ve obligado cuestionar la visión hegemónica de la masculinidad. En Turquía, el servicio militar es un laboratorio en el que se reproduce la masculinidad. El sistema patriarcal se solidifica a través de él. Yo objeté al servicio militar porque también estoy en contra de esta masculinidad artificial, de laboratorio. La lucha contra el militarismo definido en términos heterosexistas, a través de las estructuras sexistas, encuentra su expresión fundamental en el antimilitarismo. Éste debe referirse igualmente a la libertad de orientación sexual, a la igualdad entre sexos y a la total y completa libertad.1
Halil Savda, objetor de conciencia turco, encarcelado repetidas veces por su objeción al servicio militar.
Me resulta fácil identificarme con lo que escribe Halil Savda en la cita del encabezamiento. Cuando tenía unos 13 o 14 años - y la mili aún me quedaba muy lejos -, me encantaba la tecnología, como a tantos otros chicos de esa edad. Me acuerdo incluso de que, durante unas vacaciones, fuimos a un día de puertas abiertas de la Marina y visitamos buques, helicópteros, etc. Me fascinaba esa tecnología, pero no la asociaba con tener que vestir un uniforme o formar parte de la Marina. En esa época, esas dos cosas quedaban muy separadas.
Al hacerme un poco más mayor, la posibilidad de tener que hacer la mili se fue haciendo más real. Y cada vez me costaba más imaginarme andar por ahí de uniforme, aguantando gritos y órdenes, y formando parte de un entorno exclusivamente masculino y muy machista. En ese entonces, ya me encontraba en un entorno casi exclusivamente masculino debido a mi formación como electricista y el discurso sexista y las posturas machistas me producían rechazo. Y no es que en esa época yo fuera muy antisexista, pero aquello no me iba. Y eso que allí sólo tenía que aguantarlo 8 horas al día, cinco días a la semana, por lo que la idea de tener que vivir con algo así cada hora de cada día, sin escapatoria alguna, me parecía un horror.
En ese tiempo no tenía conciencia de ser gay, pero durante los últimos cursos de la escuela ya había tenido que soportar algunos abusos de mis compañeros por no tomar parte en chistes y bravatas machistas. De nuevo, la perspectiva del servicio militar se me presentaba como algo infinitamente peor.
Por ello, cuando llegó el día, opté por la objeción de conciencia. Desde luego, mi decisión también venía motivada por ideas políticas, pero creo, que en otro plano, la profunda aversión que sentía contra ese entorno masculino seguramente fue más importante. Mi rechazo a la mili estaba profundamente ligado a las imágenes de masculinidad que asociaba con el ejército, que me producían una gran desazón.2
Militarismo y masculinidades – los vínculos
Jeff Hearn escribe : “Decir que los hombres, el militarismo y el ejército están histórica, profunda y ostensiblemente interconectados es quedarse corto” (Hearn 2003). Y también señala: “La naturaleza exacta de las conexiones entre el sexo masculino y el ejército es plural y variada; es decir, que existen masculinidades militares y no una sola masculinidad castrense” (cursiva en el original).3
Y Raewyn Connell añade: “Existen muchas causas para la violencia, entre ellas, el desposeimiento, la pobreza, la codicia, el nacionalismo, el racismo y otras formas de desigualdad, intolerancia y deseo. Las dinámicas de género no lo explican todo en absoluto. Pero dada la concentración de armas y prácticas violentas en el sexo masculino, los patrones de género parecen ser estratégicos. Las masculinidades son las formas en las que se manifiestan muchas dinámicas violentas”.4
Para los varones, especialmente en países con servicio militar obligatorio, servir en el ejército es una parte importante de “hacerse hombre”. En palabras del objetor de conciencia gay turco, Mehmet Tarhan: “El servicio militar crea una definición de la normalidad mediante la exclusión de las mujeres, los homosexuales, las personas discapacitadas, los niños y las niñas. Luego generaliza esa definición para el resto de la sociedad. El hombre heterosexual se convierte en la norma y la figura de identificación predilecta del régimen. El resto de las personas son consideradas excedentes o propiedades que deben ser protegidas”.5
Este vínculo entre el militarismo, la violencia y la masculinidad no es en absoluto “natural”: se tuvo que construir, y aquello que se ha construido, también se puede deshacer. De hecho, desde el punto de vista histórico, se trata de un proceso bastante reciente. Joanne Nagel muestra que, en los Estados Unidos, la conexión entre las formas militarizadas de la masculinidad - la idea de servir como soldado - se remonta a finales del siglo XIX y comienzos del XX.6 En Alemania, este proceso se dio a comienzos del XIX: la masculinidad burguesa alemana, a quien no convencía el servicio militar, tuvo que pasar por un proceso de reestructuración y militarización. En esa época, como explica Ute Frecert, “el carácter del sexo masculino iba adoptando rasgos cada vez más castrenses: los valores y las nociones militares del orden... y paulatinamente se fue convirtiendo en el ideal de la nación masculina”.7 Se pueden exponer argumentos similares para la construcción de las masculinidades judías a través del proyecto sionista.
La investigación sobre por qué los jóvenes hacen el servicio militar señala a un vínculo muy estrecho con la masculinidad. Hanne-Margret Birckenbach, una investigadora de la paz alemana, llevó a cabo un amplio estudio, basado en una serie de encuestas, sobre “la disposición de los jóvenes a servir en el ejército”.8 Para situar este estudio en su contexto, cabe decir que Alemania es un país con servicio militar obligatorio, donde se reconoce el derecho a la objeción de conciencia, pero a condición de realizar un servicio civil sustitutorio.
En sus conclusiones, la investigadora escribe: “Los que están dispuestos a hacer el servicio militar esperan que el ejército les ayude a hacerse hombres. Servir en el ejército está relacionado con la expectativa de que éste les proporcione masculinidad y, con ella, el derecho y el poder de desempeñar un papel dominante por naturaleza. Sin embargo, la imagen de masculinidad de estos jóvenes no tiene nada que ver con demostrar su valía en combate, sino más bien con poder desenvolverse mejor ante los retos de la vida civil, especialmente en el área profesional. (Ibid, p. 230). En resumen: “Bajo el lema de ‘no a matar frente a sí a matar con finalidades de defensa’, los objetores de conciencia y aquellos que acceden a realizar el servicio militar no sólo discuten sobre la violencia militar, sino también - sin ser conscientes de ello - sobre los ideales de masculinidad”.9
Ayşe Gül Altinay llega a conclusiones similares respecto a Turquía. Esta autora cita a un joven, Ibrahim, que dice: “No te haces hombre hasta servir en el ejército. Es una obligación sagrada. Y la gente se burla de aquellos que no han hecho la mili. Yo, para empezar, la hice simplemente porque de lo contrario sentiría que me faltaba algo. Tengo los pies planos. Si hubiera querido, podría haberme librado. Pero no quise. Y la hice”.10 Altinay concluye, muy en la línea de Birckenbach en el contexto alemán de 20 años antes: “En este sentido, el servicio militar no se ve únicamente, o quizás ni siquiera primordialmente, como un servicio al Estado, sino como algo que define la verdadera masculinidad. Es un rito de pasaje a la hombría”.
Mujeres y masculinidades
“Como mujer, soy consumidora de masculinidades, pero no más que los hombres; y, al igual que ellos, yo, como mujer, también soy productora de masculinidades y ejecutante de las mismas”,11 escribe E.K. Sedgwick. Una cita de una mujer israelí lo deja bien claro: “Yo sé que prefiero a los hombres que son soldados de combate a aquellos que son tan sólo jobniks [soldados que no combaten y realizan tareas administrativas]”.12 Lo mismo sucedía en Alemania en los años 1980, donde las chicas preferían a chicos que hubieran hecho el servicio militar.13 Así pues, a través de sus expectativas de lo que significa ser hombre, las mujeres contribuyen a la creación de ciertas formas de masculinidad.
Masculinidades cambiantes
Es importante tener presente que la masculinidad hegemónica está cambiando, se está apartando de las imágenes de “guerrero” hacia una masculinidad más profesional, de “hombre de negocios”. Esto no significa que las masculinidades tradicionales, basadas en la fuerza física, ya no existan - claro que existen - pero están perdiendo posiciones como forma hegemónica de masculinidad.
Tal y como señala Melissa T. Brown, el ejército “ha ofrecido a los hombres diversas formas de masculinidad: el soldado que maneja armas de alta tecnología, el profesional que toma importantes decisiones en situaciones de mucha presión y salva vidas, el padre putativo que cuida y ofrece alivio y protección, el portador de destrezas transferibles al mercado de trabajo, y, claro está, el tipo que se lleva a la chica a la cama”.14
Desde luego, la masculinidad es sólo un factor entre otros cuando los hombres o los chicos toman la decisión de hacer el servicio militar, obligatorio o voluntario. No se deben subestimar los aspectos económicos: el servicio militar es a veces un requisito previo para una carrera profesional en la vida civil, o ayuda a conseguir los contactos necesarios para ascender rápidamente hacia posiciones de poder. Alistarse voluntariamente se ve en muchos sitios como la única forma de escapar a la pobreza, o de conseguir una educación universitaria.
Sea como sea, creo que no podemos permitirnos el lujo de seguir pasando por alto las cuestiones de género en nuestra labor antimilitarista. Como escribe Cynthia Enloe: “La incesante acumulación de evidencias de cada vez más sociedades nos ha dado mayor seguridad para afirmar que, omitir la cuestión del género en cualquier explicación de cómo se produce la militarización, no sólo entraña el riesgo de caer en un análisis político deficiente, sino también el de que las campañas para revertir dicha militarización resulten siempre infructuosas”.15
Cualquier “estrategia para la paz debe incluir una estrategia de cambio de las masculinidades”, escribe Raewyn Connell. “Ésta es la nueva dimensión del trabajo por la paz que indican los estudios de la masculinidad: oponerse a la hegemonía de las masculinidades que preconizan la violencia, el enfrentamiento y el dominio, y sustituirlas por modelos de masculinidad más abiertos a la negociación, la cooperación y la igualdad”.16
Notas
1Halil Savda: Carta de Halil Savda, 14 de abril de 2009, http://wri-irg.org/node/7216; más información sobre Halil Savda en http://wri-irg.org/node/829.
2Véase también Andreas Speck: “Be a man” - Willingness to serve and masculinity, Ponencia presentada en el seminario de la IRG/New Profile sobre Género y militarismo, agosto de 2008, http://wri-irg.org/node/6521.
3Jeff Hearn, Prefacio: “On Men, Women, Militarism, and the Military”. En: Paul Highgate (ed.): Military Masculinities. Identity and the State, Westport and London, 2003.
4R. Connell: “Masculinities, violence, and peacemaking”, Peace News Nº 2443, Junio-agosto 2001, http://www.peacenews.info/issues/2443/connell.html.
5Mehmet Tarhan: “No existe escondite en el que poder refugiarme...” Entrevista con Mehmet Tarhan para el periódico español Diagonal, enero 2006, http://wri-irg.org/news/2006/tarhaninterview-en.htm; más información sobre Mehmet Tarhan en http://wri-irg.org/co/cases/tarhan-en.htm.
6Joane Nagel: “Masculinity and nationalism: gender and sexuality in the making of nations”. Ethnic and Racial Studies Vol 21, nº 2, marzo 1998.
7Ute Frevert: “Soldaten. Staatsbürger. Überlegungen zur historischen Konstruktion von Männlichkeit”. En: Thomas Kühne (ed.): Männergeschichte – Geschlechtergeschichte. Frankfurt/Nueva York, 1996.
8Hanne-Margret Birckenbach: Mit schlechtem Gewissen – Wehrdienstbereitschaft von Jugendlichen. Zur Empirie der psychosozialen Vermittlung von Militär und Gesellschaft. Baden-Baden, 1985.
9Hanne-Margret Birckenbach: “Das ambivalente Verhältnis zur Gewalt. Psychosoziale Grundlagen militärischer Kampfausbildung”. Antimilitarismus information, nº 7/1986.
10Ayşe Gül Altinay: The myth of the military-nation. Militarism, gender, and education in Turkey. Basingstoke, 2006, p. 82.
11E. K. Sedgwick: ‘Gosh, Boy George, You Must Be Awfully Secure in Your Masculinity’ en M. Berger, B. Wallis y S. Watson (editores): Constructing Masculinity, 1995, citado en: Alan Greig, Michael Kimmel, James Lang: Men, Masculinities & Development: Broadening our work towards gender equality, mayo 2000, Gender in Development Monograph Series #10, http://www.health.columbia.edu/pdfs/men_masculinities.pdf.
12Uta Klein: “Our Best Boys” The Gendered Nature of Civil-Military Relations in Israel”. Men and Masculinities, Vol. 2, Nº 1, julio 1999, p. 47-65.
13Hanne-Marget Birckenbach: “...besser vorbereitet auf den Krieg” Schüler – Frieden – Bundeswehr. Verlag Jugend und Politik, Frankfurt, 1982.
14Melissa T. Brown: “Be the best”: Military Recruiting and the Cultural Construction of Soldiering in Great Britain”. GSC Quarterly Nº 5, verano 2002.
15Cynthia Enloe: “Beyond 'Rambo': Women and the Varieties of Militarized Masculinity”. En Eva Isaksson (ed.): Women and the Military System. Proceedings of a symposium arranged by the International Peace Bureau and Peace Union of Finland. New York/London/Toronto/Sydney/Tokyo 1988.
16R. Connell: “Masculinities, violence, and peacemaking”, Peace News Nº 2443, junio-agosto 2001, http://www.peacenews.info/issues/2443/connell.html.
Origen: http://wri-irg.org/es/node/10039
Sembrando Semillas
A través de artículos, imágenes, datos de encuestas y entrevistas, Sembrando Semillas: La militarización de la juventud y cómo combatirla documenta las semillas de la guerra que se han plantado en las mentes de los jóvenes en muchos diferentes países. Sin embargo, también explora las semillas de la resistencia a la militarización que se están sembrando elásticamente y creativamente por numerosas personas. LEER MÁS
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